Paraje situado en el extremo más suroriental de al Región de Murcia, al sur de la laguna salada del Mar Menor, se caracteriza por ser una de las franjas del litoral mediterráneo peninsular mejor conservadas. Abarca el sector oriental de la Sierra Minera de Cartagena-La Unión que se extiende en dirección este-oeste a lo largo de 26 kilómetros de costa. Sus extremos se encuentran en Cala Reona y el cerro del Atalayón por el este, y la playa y población de Portmán al oeste. Goza de una importante diversidad biológica y numerosos endemismos botánicos, está protegido por la Comunidad Autónoma desde 1992 como Parque Natural. El posible puerto del Gorguel, la industriosa ciudad de Cartagena, la colmatada bahía de Pormánt y los numerosos intereses especulativos de los propietarios y municipios colindantes han hecho que su propuesta como Reserva de la biosfera no haya prosperado. Cuenta con 17 tipos de hábitats prioritarios entre lagunas litorales y zonas subestépicas de gramíneas. La comunidad vegetal más características es el palmitar, acompañado de artal y cornical y algún enclave de carrascal. En cuanto a la fauna su especie prioritaria es el Fartet, seguido por el Sapo corredor en zona de matorral y el Eslizón ibérico en playas y arenales.
Portmán
la Bahía de Portmán posee el dudoso título de ser la más tóxica del Mediterráneo. Entre 1957 y 1990, los estériles de una mina sepultaron la rada murciana con metales pesados. Lo que fue una majestuosa bahía usada desde tiempos romanos; Portus Magnus (Puerto Grande), se ha convertido en el mayor vertedero de residuos mineros de España y puede que sea unos de los mayores desastres ambientales del Mediterráneo.
La francesa Peñarroya solicito permiso para instalar uno de los lavaderos de flotación más grandes del mundo. La mala calidad de las vetas hizo que la empresa moviera ingentes cantidades de tierra, de la que solo una pequeña parte era valiosa. Para separar los minerales principales se mezcló con productos químicos, que luego eran vertidos en la bahía junto a la tierra inservible y los restos de plomo, cadmio y zinc. Más de 40.000 toneladas eran arrojadas al mar cada día. Las demandas del Ayuntamiento de la Unión para el cese de la actividad fueron desestimadas por el Supremo argumentando el interés nacional. La mina daba trabajo a más 400 obreros y de ella salían el 70% del plomo y el 20% de la plata que se producía en la Península.
Batería de las Cenizas
Sobre un acantilado a 305 metros de altura sobre el mar, se encuentra la antigua batería de las Cenizas, que junto a su gemela de Castillitos (Cabo Tiñoso), tenían como objetivo la defensa de la base naval de Cartagena. Construida como parte del plan de defensa de 1926 se erigió en 1931 sobre edificaciones anteriores del siglo XVII. Están servidas por unos impresionantes cañones Vickers ingleses, idénticos a los de Cabo Tiñoso. Tienen un calibre de 38,1 cm, un ánima de 18 metros y un peso de 88 toneladas. Eran capaces de lanzar un proyectil de casi una tonelada a más 35 kilómetros de distancia y lo hacían con una velocidad de 762 m/s. y una cadencia de un disparo por minuto. Dejaron de prestar servicio en 1994.
Las construcciones adyacentes a la batería se articulan en base a los cañones. Consisten en diversas estancias subterráneas; sala de máquinas, chillera de proyectiles, depósitos de pólvora, cámara de carga y almacén de repuestos, y otras semiocultas como los puestos de mando telemétricos y de observación.
Crónica
Esta es nuestra primera salida “social” de 2019, y a pesar de que hoy nos desayunábamos con la noticia de que en la Región “esta haciendo un frio que pela” (La Verdad 12-01-2019) hace una temperatura estupenda y ni una sola nube en el firmamento. Estamos en Los Belones, cerca de Calblanque. Será una toma de contacto con gran parte del territorio del Parque Regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila. A Los Belones se llega por la autovía de Cartagena a La Manga, dice la Wikipedia “es una población perteneciente a la diputación del Rincón de San Gines del municipio de Cartagena que ha basado tradicionalmente su economía en la agricultura”. A día de hoy esto ha cambiado un poco. La agricultura sigue siendo importante, pero la actividad económica del pueblo se esta enfocando más hacia los servicios, a la atención de turistas británicos y alemanes que pueblan las urbanizaciones de los alrededores y en especial las actividades relacionadas con los campos de golf. También el turismo activo tiene cada vez más peso debido a la proximidad del Parque Natural de Calblanque, Cabo de Palos y el Mar Menor.
Dejamos los vehículos junto a Casa Rufino, restaurante al que regresaremos a comer. Hemos acudido a la llamada del Parque Regional de Calblanque, Monte de la Cenizas y Peña del Águila en este fresco pero soleado día de mediados de enero de un 2019; Matías, Angel, Vicente, Juan Bautista, Antonio Máximo, Antonio Cervantes, Secundino, Tomás, Jesulen, David y un servidor. Nos dirigimos al centro de la población para hacernos una foto junto a la iglesia, que esta bajo la advocación de San Isidro Labrador y tiene una curiosa historia; comenzó como modesta ermita, quizá antes del siglo XIX, en una finca de los hermanos Bel-Lon para el servicio religioso de los trabajadores, con el tiempo hubo la necesidad de ampliarla para satisfacer las demandas del creciente núcleo de población.
Buscamos ahora nuestro camino hacia el este, hacia Cabo de Palos, esa punta de lanza que separa el Mar Menor del Mediterráneo. Plinio el Viejo ya deja constancia de un templo dedicado a Saturno sobre el promontorio del faro y en tiempos de Carlos I, el Concejo de Cartagena, construye una torre vigía para protegerse de los piratas berberiscos. Pero fue en 1862 cuando se construye el actual faro. Su linterna alcanza una altura de 80 metros sobre el nivel del mar y fue testigo de numerosos naufragios, uno de los más importantes fue el del Sirio el 4 de agosto de 1906 en su viaje hacia América del sur, murieron gran numero de los emigrantes que llevaba a bordo. Recuerdo con cierta nostalgia mis tiempos de aficionado a la náutica en los que quedaron fijados en mi mente algunos momentos cruciales relacionados con el cabo. Voltearlo era todo un hito, en especial si soplaba levante o poniente con cierta intensidad, pasabas de la tranquilidad al zafarrancho o viceversa. Recuerdo un año de fuerte levante, en el transcurso de la regata Cartagena-Ibiza, que al voltear Palos nuestro pequeño velero se transformo, casi por ensalmo, en un mini-submarino.
Solo la mitad del grupo ha tomado esta opción, la otra mitad irá a nuestro encuentro en Punta Espada, ya que de los 3 kilómetros que tiene el sendero desde Cala Reona hasta la citada punta, en gran parte no son ciclables, pero lo de Secundino no sé como calificarlo, si de epopeya u odisea. No solo se vino en bicicleta desde Totana -45 kilómetros. Salida a las 5.30 de la mañana par estar a las 8,00 en Murcia y en esta época del año- sino que lo hizo con una eléctrica prestada por Terra Sports de Totana para probar. Era la primera vez que se montaba en una y ni siquiera sabía como funcionaba. Tomó nota en la tienda de “lo más importante” pero se olvido de preguntar por otras que iba a echar de menos en una ruta como esta y más haciendo esta parte del recorrido con nosotros.
No entramos en Cabo de Palos y a la altura de Cala Reona nos introducimos por un camino, marcado como GR-92, que nos lleva hacia la parte alta de los acantilados. Camino pedregoso entre acantilados por un lado y profundos respiraderos mineros por él otro, a los que tendremos la precaución de no acercarnos demasiado. Comenzamos empujando las bicis por una fuerte rampa muy deteriorada por la escorrentías.
-Secundino ayudate con el botón de “paso de hombre”.
-¡Coño, y eso que es!
-Un botón que pone en marcha el motor a baja velocidad sin necesidad de darle a los pedales y te ayuda cuando vas desmontado.
-¡Qué! Ni idea…, de eso no me dijeron nada en la tienda.
Y aquí tenemos a Secundino, empujando más de 20 kilos de aluminio y cobre rampa arriba. El camino se deteriora por momentos hasta convertirse en un sendero que nos obliga, por precaución en unas ocasiones, y en otras porque no tenemos técnica suficiente para superar las dificultades, a poner pie a tierra. El camino; roto, escalonado y estrecho. El mar demasiado abajo. La caída vertical. Pero las vistas son magnificas; el Mediterráneo a nuestros pies mostrando toda una gama de colores que van del verde esmeralda junto a la costa, al azul profundo del horizonte. A nuestra espalda la laguna del Mar menor e incrustado entre ambos, el airoso faro de Cabo de Palos.
Al doblar Punta Espada la costa nos depara un agradable sorpresa: las Salinas del Rasall. A esta hora de la mañana brillando como espejos. Humildes, recatadas, como un oasis en medio del secarral. Fueron pequeñas lagunas salobres alimentadas por la rambla de Cobaticas hasta que a comienzos del siglo XX fueron transformadas en explotaciones salineras. Se desvió la rambla y se construyó una mota de tierra para evitar la entrada de aguas dulces. Un pozo excavado en una de las dunas fósiles suministraba agua salada para la explotación. Abandonada la extracción de sal, las balsas amenazaban ruina. En el 2014 se instaló una molineta a orillas del mar para proporcionar agua a las balsas, que nunca llegó a funcionar correctamente porque la arena obstruía su tornillo de Arquímedes. La Comunidad Autónoma, preocupada por conservar la función biológica de las balsas salineras, ha arrendado el terreno a sus propietarios. Pretende reactivar la explotación salinera cediendo las instalaciones a alguna empresa interesada en la extracción de sal y preservarlas para que ofrezcan un refugio seguro al fartet (en peligro de extinción) y a otras 34 especies más de aves acuáticas que crían y se alimentan en las salinas.
La costa continua hacia el oeste en una interminable sucesión de puntas y calas perfectamente dibujadas por el sol de la mañana. Deambulamos un poco por la zona, Matías dice que para él, playa Larga es la mejor playa de la Región, a mí me parece muy hermosa, pero la de Percheles no desmerece a su lado. Subimos ahora por la rambla de Cobatillas, parece mentira que hace solo unos meses, tras las últimas lluvias torrenciales, bajara por aquí el agua desbocada. Giramos hacia el oeste, rodeando el Cabezo de la Fuente que da nombre a un nacimiento de agua que los hermanos Bellón, Manuel y José en 1808, solicitaron encauzar para dar servicio a un abrevadero. Años después se coloco en el lugar una hornacina dedicada a San Isidro Labrador patrón de Los Belones. Creo que es en el mes de mayo cuando se celebra una romería dedicada al santo. Jesulen, en arrebato sacrílego, se sube a la hornacina cuan Cristo crucificado.
Durante años, solo dos diminutas poblaciones testimoniaban la actividad humana; Cobaticas y la Jordana, subsistían como podían de la agricultura de secano en esta dura tierra. Ahora, como por ensalmo han proliferado los campos de golf y las urbanizaciones asociadas, el milagro de la multiplicación de los panes y los peces se queda corto ante la multiplicación del agua para riego, un verdadero milagro digno de estudio. Una vez superada la Manga Golf entramos en un tramo precioso, aromatizado por el tomillo y sombreado de pinos, con algún tramo complicado pero corto, que nos dejara al pie de la pista que sube a las Cenizas.
Una pista de tierra da acceso a las baterías de costa, tras poco más de 2 kilómetros, una monumental puerta nos recibe. Es una especie de pórtico sostenido por unas monumentales columnas que semejan enormes serpientes emplumadas con la cabeza en la base, el cuerpo por fuste, siendo la cola el capitel. Son de hormigón y están inspiradas en el estilo maya-tolteca, en el templo de los Guerreros Blancos de las ruinas de Chichén Itza. El conjunto de las baterías esta protegido como ejemplo de arquitectura militar y declarado BIC por la ley 16/1985 de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español. A mediados de 1.981 realizó sus últimos disparos y en el 90 pasó a la situación de taponada, dejando de estar en servicio en 1,994. Nos hacemos unas fotos y contemplamos el soberbio paisaje que se presenta ante nosotros. Hacia el este contemplamos una larga serie de calas; Aguas Amargas, de las Mulas, del Reventón, Negra, Espada, separadas por sus correspondientes puntas, Loma Larga, del Hacho, Negrete, y una serie de playas virginales como Parreño, Negrete, Larga, Punta Seca, Las Cañas… y el Cerro del Atalayón vigilando Cabo de palos sobre el horizonte. Por el oeste; Portmán y la sierra de la Fausilla con su prominente Cabo del Agua.
Descendemos de nuevo hasta la carretera con la intención de desviarnos por la llamada “calzada romana”, antiguo ramal de la Vía Ausgusta que unía Tarraco y Cartago Nova, que en nuestra zona venía desde Elche atravesando el Campo Espartario. Se uso hasta tiempos modernos cuando fue sustituida por la nueva carretera. Por esta calzada íbamos a alcanzar la colmatada bahía de Portmán, el Portus Magnus romano, que más tarde paso a llamarse Burtuman Al-Kabir (Burtumán el Grande) con los árabes y en el siglo XIV Porte Mayn. La primera referencia a su nombre actual aparece en el libro de Cabildos del Ayuntamiento de Cartagena en 1590. Vivió de la minería desde los tiempos romanos hasta el último tercio del siglo XX y ahora espera poder hacerlo con un turismo sostenible. La que fue una hermosa bahía esta en proceso de rehabilitación, al menos parcialmente, las obras comenzaron en 2016 y esta previsto que finalicen en el 2020. Desde la subida a la batería de las Cenizas hemos tenido una perspectiva magnifica de la bahía y su proceso de rehabilitación, pero será la única. Al llegar a la carretera se produce el motín. Es medio día y tira mucho “Estrella de Levante”. No se puede luchar contra los elementos.
Más subidas no. Si nos dejamos caer desde aquí, llegamos a Los Belones sin dar pedales, además mira que hora es. Miro y solo veo las 13,30 h., pero la mayoría manda. Nos perdemos así el resto del recorrido que consistía en descender hasta Portmán y su faro, rodear la población y regresar a Los Belones atravesando la Sierra Minera, testigo de la actividad industrial que durante siglos se ejerció en sus entrañas. Pocos parajes presenta un contraste tan llamativo como estos montes, donde el ocre se mezcla con amarillos, malvas y azules de los detritos mineros, junto al rojo de la tierra y al negro de los castilletes oxidados. Pozos, lavaderos, hornos, castilletes, chimeneas, desmontes a cielo abierto o ruinas de fabricas, encontramos diseminados a lo largo del recorrido, hasta se siente la etérea presencia de esos 40.000 esclavos que según el historiador Polibio trabajaron en algún momento en estos lugares. Pero lo compensaremos con una rica y abundante comida, bien regada, que renovará nuestra solida amistad y animará conversaciones de proyectos futuros, quizá él próximo sea Castillitos a mediados de febrero. Ya os contaré.
Mariano Vicente, 12 de enero de 2019